Bankia y sus Acciones
De haberse sabido por la célebre entidad que los juzgados, casi unánimemente, iban a respaldar la avalancha de reclamaciones civiles que, progresivamente han inundado las oficinas judiciales de todo el país, hubiera doblado la rodilla tan pronto como dos peritos del Banco de España dictaminaron que la salida a Bolsa fue irregular.
El ofrecimiento de la devolución de lo invertido en las acciones o en lo perdido en su venta de éstas más un uno por ciento de interés anual con una mera solicitud en la sucursal se ha producido con ocasión de la sentencia del Tribunal Supremo que confirma que el folleto informativo que, legalmente, debía elaborarse para ofrecer información real sobre la situación económica y financiera del banco, ocultaba una situación de quiebra práctica que, de haberse sabido, no habría hecho posible la salida a Bolsa a “bombo y campana” pues nadie hubiera comprado una sola acción.
Lo más escandaloso (atentos a las noticias en los próximos años) es que hay más que indicios de que en las altas instancias económicas y políticas esto se conocía y no solo lo consintieron sino que impulsaron la operación.
En general, no se calcularon bien las consecuencias. No se previó que dos peritos del Banco de España dictaminaran como lo hicieron (curiosamente, el Banco de España se desmarca de este dictamen inicialmente y, en noviembre de 2015, va más allá discrepando abiertamente de los técnicos y avalando la contabilidad de Bankia); no era esperable tampoco que este dictamen elaborado en sede penal sirviera de base probatoria suficiente a reclamaciones en el orden civil; ni que la gran parte de juzgados civiles iban a tener en cuenta este dictamen sin esperar a la sentencia en el procedimiento penal (lo que todavía no ha acontecido y hubiera paralizado los procedimientos civiles); por último, Bankia tenía la lógica expectativa de que los órganos judiciales se centraran más en las formas y no en el fondo y de que no se hiciera justicia, previsión fallida de nuevo por la sentencia del Tribunal Supremo. Dadas las circunstancias, a Bankia no le quedaba más remedio que asumir el fiasco pero, de haberlo hecho antes, cuánto dinero en costas se habría ahorrado y cuánto de imagen comercial hubiera recuperado.
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